EL LEGADO VIVO DE ÁFRICA

Los Kikongos, en particular, aunque también otros pueblos bantúes, dieron origen al Palo Monte o Palo Mayombe; una mezcla de cultos regionales, vinculados a un antepasado totémico, de un área en particular de África, de donde provenían los esclavos según la etnia a la que pertenecían, pero que, conservaban características similares en sus creencias y una raíz idiomática común.

Por ello, no tuvieron muchos problemas para integrarse y ser reconocidos como una sola creencia; de esta forma se puede observar tendencias que van, desde lo más al norte de la actual Angola, mas particularmente de Cabinda, hasta otras regiones como los Lubas y Chokwe.

El africano siente una especial devoción por la tradición oral, ya sea, porque su cultura carecía entonces, del lenguaje escrito para expresar sus experiencias, y no les quedó otra alternativa, para trasmitir sus conocimientos de generación en generación, que mediante el proceso de escuelas de iniciación comunitaria, donde los neófitos eran instruidos en el aprendizaje de la rica tradición oral de la sociedad, y en las técnicas, que desde tiempos lejanos, se empleaban para sintetizar y conservar el conocimiento adquirido en forma de bellos versos, cuentos, historias, adivinanzas, o axiomas, todos ellos cargados de simbolismos y alegorías de elementos de la naturaleza visible o invisible.

Es habitual, encontrar leyendas de nacimientos, muertes, amores, desamores, catástrofes o cualquier otro acontecimiento acaecido en la comunidad de forma significativa o trascendental, para que, de inmediato, sea recogido por la tradición oral, que encierran la historia vivida en años por el conjunto de dicha sociedad.

En muchos casos, no son historias reales, pues la imaginación y la creatividad han sido, y son, muy abundantes entre los bantúes. Los más viejos, amparados en su condición, altamente respetada por todos, bien para realzar su legitimidad dentro de la sociedad, o bien, para beneficiar a la comunidad, reforzando las costumbres tradicionales, acostumbran a inventar historias, que los más jóvenes aprenden como reales y le otorgan todo el crédito. Por ello se dice, que cuando en África, muere un anciano, muere parte de la tradición con él.

Uno de mis confidentes aseguraba que su longevidad, se debía a que cuando era joven, había luchado con un cocodrilo y que, al vencerlo y comerse su corazón, absorbió sus cualidades mágicas, y por consiguiente adquirió su poder longevo. Uno de sus coetáneos, se mofaba, diciendo que, la herida que mostraba como prueba de esa batalla, se la había hecho en el campo con una azada hacía cuarenta años, pero todos, en la aldea daban fe de su pacto, y nadie se atrevía a contradecir la otra versión.

La tradición popular, desde muy temprano, comenzó a crear cantos en honor a sus reyes, que llamaron Nvila. Estos cantos, fueron llevados al campo de la magia, otorgándole un poder inherente y capaz de manipular las fuerzas místicas y complejas de la naturaleza, en las que se basan sus creencias. Así, nacieron las primeras Nvila o cantos que recoge la tradición oral de los Kikongos.

El rey del Congo tenía un sobrino de nombre Nenzinga Nakongo, por quien sentía un cariño particular y una confianza ilimitada. Tal era la confianza que el rey depositaba en él, que un día lo dejó solo con una de sus mujeres, de nombre Nkato, que se encontraba encinta ya muy cerca de dar a la luz. Nenzinga Nakongo, queriendo saber cual era la posición del bebe en el vientre materno, abrió a Nkato de arriba a bajo. La familia de Nkato pidió al rey la muerte de Nenzinga por el delito que este había cometido, y no entendía las razones para su perdón. Debido a este reclamo, el tío rey, previniendo una revuelta de la población, acepta sin más remedio, condenar a muerte a su sobrino. Éste, valiéndose de algunos amigos fieles, suplantó su sangre por la de un cordero, simulando así su muerte. Pero, pronto fue descubierto el engaño, Nenzinga junto con sus cómplices tuvo que huir, y poco a poco se fueron dispersando. Nenzinga, fue a establecerse a Songo y de él descendieron los Basolongo.

El primer rey que gobernó esas tierras de Mbanza kongo, fue Ntinu Wene, sometiendo a Mbumbulu, jefe de Mpangala, y desde aquí, distribuyo sus tierras entre los capitanes que le siguieron en la travesía. El lugar donde se efectuó el reparto de territorio se llamó Mongo Ukaba (monte de la división). En la ceremonia de reparto, todos danzaron, de dos en dos, una gran danza triunfal. Ntinu Wene se sentía vivo, lleno de fuerza y energía, protegido por los Nkisis. Se vistió con los atributos dignos de un rey todo poderoso, el machete, como cetro de poder (Kimpaba) y su Nsesa, cola de antílope, y reuniéndolos a todos les dijo:

«Danzad de dos en dos, la danza triunfal de nuestra total victoria, yo hoy quiero bendecidlos y esta bendición será honrada en todas las partes donde vayan a reinar, por todos sus descendientes».

Arrodillados todos frente al rey éste levanto el dedo meñique de su mano derecha y dijo: «Creced, engrandeceros y vivir largos años hasta ser muy viejos».

Entonces cada uno entono un cántico como sigue: Ndumbu a Nzinga dijo:

«Yo soy Ndumbu a Nzinga, planta trepadora que se enrolla en espiral y mi enrosque atrapara a todo el país»

Manianga dijo: «Yo soy Manianga, aquel que está sentado. Sentado en el trono de los Mvemba de los Nlaza»